¿Realidad sólida o falsa euforia?

Parecía que no iba a llegar nunca este momento, pero todo hace presagiar que estamos otra vez en el punto de partida. Después de tantos años sin que se vendiera un ladrillo, con las agencias inmobiliarias zozobrando una detrás de otra durante ocho largos años de tempestad, la imagen de hace una década empieza a repetirse: paseando por cualquier calle más o menos comercial de cualquiera de las ciudades importantes de Andalucía, estos negocios vuelven a ocupar los locales vacíos de forma cuanto menos llamativa, mientras los vendedores de pisos llenan de nuevo los buzones de los portales con sus tarjetas de visita y las rejas de las fachadas exhiben cada vez más cartelones de ‘se vende’.

Cierra un comercio (frutería, zapatería, papelería, etc., etc.), y unas semanas más tarde… abre sus puertas una inmobiliaria. Algo tienen que estar viendo los empresarios para repetir la apuesta, pero al final los números tienen que cuadrar.

¿Hasta dónde están dispuestos a llegar los bancos concediendo préstamos hipotecarios, habrá más y mejor empleo que incremente la actual capacidad de compra, hay negocio para todos, sobrevivirán las cada vez más numerosas agencias inmobiliarias con el reparto de un pastel mucho más pequeño que el de hace unos años, etc.?

No es esta una crítica al intermediario inmobiliario profesional y solvente que hacía bien su trabajo antaño y, ahora que el mercado le brinda una nueva oportunidad, puede volver a hacerlo. Su actividad redundará en beneficio de todos, pues si logran mover de nuevo el dinero, ya sea vía ahorro o financiación bancaria, volverán a crear riqueza y puestos de trabajo. No es a ellos a quien hay que temer, porque seguro que sabrán qué tienen que hacer para no sufrir un nuevo calvario, conscientes del peligro. Los que deben despertar recelo son aquellos que, al albur del lucro fácil, lleguen al sector para volver a desvirtuarlo.

Ojalá no estemos otra vez cometiendo los mismos errores por los que tan caro hemos pagado y todos estos negocios sean en verdad fruto de una realidad sólida y bien meditada, de la reflexión que da como fruto las cosas bien hechas, y no la respuesta a una falsa euforia que llene otra vez de intrusos el sector, dañando la imagen de sus auténticos profesionales. Hemos pagado demasiado caras las equivocaciones cometidas; no nos permitamos volver a equivocarnos.

Ojalá no tengamos que volver a ver cómo una nueva burbuja inmobiliaria nos estalla en las manos. Ai

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