Planos arquitectónicos: vaticinios de nuestro futuro

Por Ernesto Ruiz Merino
Consejero delegado de Ferris Hills

Si existe algún documento que nos enseñe cómo ha sido el pasado y cómo han cambiado las ciudades en las que vivimos, ése es el plano arquitectónico. Estamos ante un dibujo que se convierte en una muestra gráfica y visual del estado de los territorios, características geográficas y usos. Así, nos ayuda a conocer cómo se estructuraban las poblaciones, cómo vivían las generaciones pasadas o cómo se distribuía el terreno. En el pasado la arquitectura se caracterizaba por una preponderancia de casas bajas, años después aparecieron los edificios de cuatro plantas y en los últimos tiempos hemos observado un extraordinario auge de los rascacielos. Pero, ¿qué nos esperará en el futuro?, ¿hacia dónde se encaminará la arquitectura y por tanto, nuestra sociedad?
En nuestro país la construcción siempre se ha caracterizado por ser uno de los sectores más dinámicos de la economía. Estamos ante la tercera rama de actividad por orden de importancia, precedida de los servicios, industria y energía. Su peso en nuestra economía osciló alrededor del 8-10% del Producto Interior Bruto (PIB) español en el período de 1965 a 2000 y ya en 2006 superaba el 11%, coincidiendo con el nivel máximo del “boom” expansivo del sector. En 2007 se inició un retroceso, que se prolongó durante años hasta que en 2014 y 2015 vivimos la transición y por fin, este año hemos vuelto a observar indicios de crecimiento. De hecho, según los datos de la oficina estadística comunitaria, Eurostat, la actividad constructora nacional creció hasta un 20,3% en comparación con enero de 2015; el mayor aumento anual de todos los estados miembros.
Pero, pese al crecimiento de la construcción en este año, el porvenir se presenta incierto y es en los planos arquitectónicos donde podemos encontrar indicios de lo que será la arquitectura en nuestro país. En unos años España se ha transformado de forma sustancial, pues hemos pasado de ser un país rural a alcanzar en las últimas décadas al resto de Europa en crecimiento de las ciudades, lo que ha conllevado una mayor ocupación del suelo. Como consecuencia, nos encontraremos con limitaciones tanto legales como espaciales para seguir construyendo. Por ello, la rehabilitación de edificios será una de las líneas sobre las que se asentará el trabajo de los profesionales del sector de la arquitectura. Estamos ante un proceso de reconstrucción y reforma que conlleva un menor coste que los inmuebles de obra nueva. Su auge ya se está haciendo palpable y una prueba de ello se observa en la aparición de programas estatales y autonómicos para fomentar la rehabilitación de edificios. Estos proyectos nos hacen muy diferentes a otros países como Arabia Saudí o territorios asiáticos, donde prevalecen las edificaciones nuevas ya que ellos no cuentan con inmuebles antiguos, tal y como los conocemos en España.
Otro indicio del futuro de la arquitectura en nuestro país se encuentra en los materiales que utilizarán los profesionales. Si preguntáramos a cualquier ciudadano cuál es el material más utilizado, sin lugar a dudas respondería que el ladrillo. No hay más que mirar a nuestro alrededor o echar mano de los ya mencionados planos arquitectónicos, para darnos cuenta de la enorme popularidad del ladrillo. Sin embargo, el hormigón ya ha empezado a hacerse un hueco y es en él donde encontramos el futuro de la arquitectura española. Pero no será el único material, sino que la pizarra también tendrá un papel importante. De hecho, en ciudades del norte ya empezamos a ver edificios construidos con este componente.
Y si nos adentramos en el interior de los inmuebles, no sólo se puede mencionar un mayor crecimiento de construcciones más ecológicas, inteligentes y amables, sino que también se deben citar diferentes conceptos como es el caso de Passivhaus, que empieza a estar muy presente en nuestra sociedad y que ha sido el núcleo sobre el que se han organizado jornadas, conferencias y hasta asociaciones. Gracias a esta metodología, los edificios comienzan a disponer de un gran aislamiento térmico, un riguroso control de infiltraciones y una máxima calidad del aire interior. Además, este estándar busca aprovechar la energía del sol para una mejor climatización, reduciendo el consumo energético en torno al 70%. Según muestran algunos estudios, los edificios son responsables de más del 40% del total de energía que consumimos y por lo tanto, de la contaminación que este consumo genera.
El próximo año, la ciudad de Bilbao contará con el inmueble residencial más alto del mundo construido bajo este método, el edificio Bolueta. Un rascacielos de 28 plantas, 88 metros y 171 viviendas, con el que no sólo se mostrará la apuesta por la construcción eficiente y sostenible, sino que la ciudad se convertirá en un ejemplo a nivel nacional y mundial de este tipo de construcción.
Algunos de estos cambios ya podemos observarlos en los planos arquitectónicos, pues en ellos encontramos pequeños vaticinios de lo que será nuestro futuro. Sin embargo, tendremos que esperar algunos años para ser protagonistas de esta realidad. Edificios más eficientes y menos contaminantes, menor coste de construcción y menor tiempo de obra, uso del hormigón y la rehabilitación como proyecto frente a la obra nueva. Así será el futuro de nuestra construcción, pero para confirmarlo, tendremos que esperar a que llegue ese momento. Ai

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