Nuestras empresas

Celebramos un nuevo aniversario de ANDALUCÍA INMOBILIARIA, algo de lo que debemos alegrarnos, porque supone un año más en una compleja travesía que merece toda nuestra admiración: la de una excelente revista especializada en el sector de la construcción y la promoción inmobiliaria, uno de los más castigados por la fuerte recesión económica desde hace ya más de seis años.

Miguel Rus Palacios. Presidente de la Confederación de Empresarios de Sevilla y de Gaesco
Miguel Rus Palacios. Presidente de la Confederación de Empresarios de Sevilla y de Gaesco

Nos alegramos igualmente por tantas empresas que un año más acuden a sus páginas y a su ya tradicional cita de aniversario. Son empresas que han logrado capear pequeñas y grandes tormentas a lo largo de estos años. Empresas y empresarios cargados de ilusión y tenacidad, conscientes de que además del esfuerzo, deben seguir poniendo en el negocio todo el talento posible y lo mejor de sí mismos.

La empresa no es ni puede ser una actividad ocasional, que se toma o se deja como se hace con un sombrero al franquear el umbral de la puerta. La empresa es parte de nosotros mismos, de nuestras casas y de nuestras familias, y siempre vendrá con nosotros. Es casi una vocación.

No entiendo al empresario que concibe su negocio solo en términos de oportunidad y rentabilidad. El empresario debe pensar, sobre todo, en términos de futuro, de progreso, de servicio. El empresario que no ve más allá de su propia cuenta de resultados no es el empresario que reclama la sociedad que desean nuestros hijos. Podrá lograr excelentes beneficios –algo muy importante e imprescindible-, pero si no devuelve a la sociedad en forma de beneficio lo que ésta le ha prestado (talento, organización, recursos,…), a mi juicio no debe llamarse empresario. Será un excelente profesional y un magnífico directivo. Pero no un empresario.

La empresa es para mí una suma de éxito económico, responsabilidad social y respeto por el entorno. Cuando falta o se fragmenta uno de estos pilares, la empresa cojea, y el empresario debe reaccionar y hacer algo de manera indefectible si quiere seguir siéndolo. Éste es el concepto de empresa y empresario que defiendo y que siempre defenderé: el de la responsabilidad y el servicio. Un modelo de empresa que solo es posible cuando el que lleva las riendas, el empresario, se esfuerza a diario por desempeñar cada una de estas cualidades.

Y ésta es la forma de actuar que también propugno para las organizaciones empresariales. Un modelo asociativo que se distinga más por su capacidad de servicio que por su capacidad de representación. La representación es consecuencia del servicio. Difícilmente, una organización empresarial representará a sus asociados si no es capaz de prestarles un servicio eficaz y desinteresado. La fortaleza de las organizaciones empresariales reside en su capacidad de servicio. Ahí radica su éxito. Solo si somos capaces de reportar un retorno en forma de servicio a las empresas lograremos su representación. De lo contrario, solo nos representaremos a nosotros mismos, culminando la más triste y ridícula situación del que no ha sido capaz de servir.

No creo en las organizaciones endogámicas, sino en las que trabajan para todas las empresas, para mejorar la economía y el empleo. No creo por tanto en las asociaciones que trabajan para sí mismas, en una constante búsqueda de resultados. No estamos en las organizaciones empresariales para contentar a ningún supuesto accionista, sino para prestar un servicio eficaz a las empresas. Cuando una organización empresarial dedica más tiempo a ella misma que a sus empresas, algo está fallando, y hay que reaccionar rápidamente.

El servicio a las empresas es nuestra razón de ser, y es lo único que justifica nuestro trabajo y nuestro esfuerzo. Por eso defiendo las organizaciones empresariales ágiles, sin lastres ni servidumbres, con la estructura suficiente para ser eficaces y devolver a nuestros asociados, en forma de servicio, la confianza que han depositado en nosotros.

Cerramos hoy un año de la revista ANDALUCÍA INMOBILIARIA, y damos la bienvenida a otro nuevo que esperamos sirva para consolidar el afán de estos esforzados empresarios que, como muchos de nosotros, ya divisan la luz en el otro lado del túnel. Una luz que para mí viene acompañada del recuerdo de una de las personas que más he admirado en este tiempo. Me refiero a Juan Hochberg, a quien quiero dedicar estas últimas líneas, porque sé que él siempre comprendió que nuestras empresas y nuestras organizaciones no son una oportunidad, sino el reflejo de nosotros mismos. Ai

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