Internacionalización: plomo o plata

Desde que en dos mil siete se comenzaron a percibir los primeros síntomas de la actual crisis, las compañías de todo el orbe occidental comenzaron a tomar medidas.

Consultor internacional y gerente de DIÁSTICUS
Daniel Molleja Conde

Es cierto que en los primeros estadios de la crisis nadie tenía conciencia real de su profundidad y duración, por ello los ajustes iniciales fueron menores. Pero para esta primera gran crisis de la globalización, la actuación debía ser más contundente, en especial para el caso español, donde el sector de inmobiliario estaba metido en una endogamia que le impedía ver mas allá. El conjunto de ingredientes que presenta la actual crisis ha modificado la forma de gestionar el sector, tanto para  promotores, constructores como equipos técnicos, ya que depender tan solo del mercado interior es una debilidad que ha cortado muchas cabezas en el devenir de estos años de recesión. Por tanto, la decisión de muchos de ellos ha sido la INTERNACIONALIZACION. Esta palabra que casi ha sido sacralizada en los últimos años, lleva aparejadas condiciones de funcionamiento y gestión, que la hacen más compleja de materializar de lo que a priori pudiera parecer. Es necesario analizar los mercados exteriores fijados como objetivo, sus condiciones legales, la situación del sector y los operadores que ya actúan en ellos. Adicionalmente, es esencial auto-enjuiciar dónde están las ventajas comparativas de cada empresa en función de los mercados, ya que solo aquellos que puedan aportar valor al mercado podrán salir exitosos de la aventura internacional. Esa aportación de valor debe sustanciarse en la optimización de los procesos de producción y de las condiciones comerciales en las operaciones de cada empresa. Y si bien todo eso es necesario e importante, cualquier planteamiento relacionado con los procesos de internacionalización exige de recursos económicos. Quizá sea esta la mayor de las trabas para que muchas empresas puedan acometer el reto. Debido a la debilidad financiera de la mayoría de las empresas y la ausencia de crédito por parte del sector financiero, el proceso ha exigido de mucha imaginación, en ocasiones con la necesaria búsqueda de un socio local, en otros con la enajenación de activos locales para acometer el proceso, y en las menos con la generación de consorcios o Agrupaciones de Interés Económico. De esa manera algunas empresas han podido vencer esta última barrera y acumular suficientes recursos para adentrarse en mercados internacionales.

Una vez analizados los vectores que han determinado el proceso de internacionalización de las compañías andaluzas del sector inmobiliario, la otra cuestión determinante, es: ¿Dónde? Porque todo el mundo parece tener consenso en la necesidad de salir a los mercados exteriores a buscar oportunidades de negocio y, en muchos casos, a obtener rentabilidad en sus operaciones exteriores. Pero la falta de práctica previa en dicho cometido y las limitaciones naturales en el perfil y capacitación de los equipos directivos de dichas compañías, les han llevado a apostar por mercados como el marroquí que, por proximidad, resulta atractivo, además de los indicadores macroeconómicos que ha arrastrado hasta hace poco y que resultaban interesantes para el desarrollo inmobiliario y de infraestructuras. Pero el resultado ha sido muy dispar, y de hecho muchas compañías que apostaron por ese mercado están recientemente replegando velas y reorientando sus inversiones hacia lugares más lejanos. Descartados el resto de Europa y los EEUU, los objetivos han sido Asia y América. En el caso asiático, destaca la fuerte presencia de equipos técnicos españoles, que vienen precedidos por la pujanza de nuestra arquitectura y de un sector inmobiliario que asumió ciertos riesgos de diseño. Es más acentuada esta cuestión en China que en India, pero quizá este ultimo país es un gigante dormido aún para los equipos técnicos de arquitectos españoles. Su desarrollo y capacidad económica lo hacen muy atractivo para fijar objetivos allí, si bien existe la dificultad idiomática y cultural.

Por otra parte, un buen número de empresas, tanto promotoras, constructoras como equipos técnicos de arquitectura e ingeniería, han puesto sus miradas en América Latina, un territorio con el que se tiene gran afinidad cultural e idiomática, pero un territorio de cautelas, por los complejos marcos legales, las singularidades administrativas y la fortísima competencia de equipos y empresas de otros países, ya que estos mercados se caracterizan por ser muy liberales en su gestión y actúan de un modo muy globalizado. En este caso, los éxitos son mayores que los fracasos, pero los riesgos siempre son los mismos cuando se acomete el proceso de internacionalización, y más en periodos de necesidad y con pocos recursos. Solo el ingenio, la unión de empresas y la gran experiencia profesional de muchas de ellas, consiguen salvar la aventura necesaria para muchos, por mero instinto de supervivencia. De algún modo, la internacionalización es una especie de ruleta donde puede salir la opción de plomo o plata, para el futuro de las compañías, según una conocida frase latinoamericana. Ai

 

Daniel Molleja Conde

Consultor internacional y gerente de DIÁSTICUS

 

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